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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 4: capitulo - bajo la sombra del eclipse
Chapter 4 - capitulo 4 - bajo la sombra del eclipse
El eco de sus pasos resonaba en los túneles oscuros del metro abandonado. El aire estaba cargado de humedad, mezclado con el hedor de la descomposición y el óxido. Cada rincón parecía esconder algo al acecho, sombras inmóviles que podían cobrar vida en cualquier momento.
Lía jadeaba, presionando su costado herido, mientras Kai avanzaba con la ballesta lista para disparar. Atrás, los gruñidos de los infectados reverberaban en los túneles como un eco siniestro.
—No podemos seguir corriendo sin rumbo —susurró Kai, deteniéndose junto a una pared agrietada—. Si seguimos así, nos van a acorralar.
Lía apretó los dientes, sintiendo cómo la herida ardía con cada movimiento. Había perdido más sangre de la que quería admitir.
—¿Y qué propones? —susurró, mirando alrededor—. No podemos quedarnos aquí tampoco.
Kai observó el entorno con atención. Estaban en una antigua estación de tren, cuyos vagones oxidados yacían en las vías como esqueletos de metal. Carteles desgarrados colgaban de un solo hilo, con letras descoloridas por el tiempo. Las lámparas parpadeaban de forma intermitente, proyectando sombras que parecían moverse por su cuenta.
Pero lo que más inquietaba a Kai era la absoluta oscuridad que cubría los túneles laterales. Había demasiados rincones donde algo podía estar acechando.
—No me gusta este lugar... —murmuró, sujetando su ballesta con más fuerza—. Algo no está bien.
Un sonido rasposo rompió el silencio.
Kai alzó una mano de inmediato, indicándole a Lía que se detuviera. Su mirada se clavó en un túnel lateral, donde la penumbra era más espesa.
El sonido se intensificó: un arrastre, seguido de una respiración irregular.
Lía tragó saliva.
—No estamos solos...
Entonces, una figura emergió de las sombras.
Un infectado. Pero no era como los demás. Su piel estaba pálida y sus venas eran gruesas y negras, pulsando con una energía enfermiza. Su mandíbula se movía en espasmos erráticos, y su columna vertebral estaba torcida de una forma antinatural.
Kai levantó su ballesta sin dudarlo.
—Quédate atrás.
El infectado giró su cabeza de forma espasmódica y, sin previo aviso, corrió hacia ellos con una velocidad inhumana.
Kai disparó.
La flecha se clavó directo en su cráneo... pero el infectado no cayó.
Kai frunció el ceño.
—¿Qué demonios...?
El infectado arrancó la flecha de su cabeza con una sacudida violenta. Su mandíbula se desencajó aún más, y sus ojos blancos se enfocaron en Lía.
—¡Kai, no es normal! —gritó ella, retrocediendo.
El infectado dejó escapar un chillido espeluznante que hizo eco por los túneles.
Kai sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Acaba de alertar a los demás...
Desde los túneles oscuros, decenas de gruñidos comenzaron a resonar.
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Lía y Kai se quedaron paralizados por un instante.
—¿Cuántos vienen? —susurró Lía.
Kai miró hacia los túneles. Los ojos blancos de los infectados comenzaron a brillar en la penumbra, uno tras otro.
—Demasiados.
Lía apretó su mandíbula.
—Tenemos que correr.
Los dos se lanzaron por el pasillo principal de la estación. El suelo estaba resbaladizo por el agua estancada, pero no podían reducir la velocidad. Los infectados venían tras ellos como una marea de sombras.
A lo lejos, la estación se abría en un área más grande. Un vagón caído bloqueaba una salida, pero al otro extremo, una escalera de emergencia llevaba a la superficie.
—¡Kai, la escalera!
Pero antes de que pudieran alcanzarla, una sombra colosal cayó del techo.
El impacto hizo temblar el suelo.
Era un Corrupto.
La criatura era gigantesca, su cuerpo deforme cubierto de tumores negros palpitantes. De su espalda sobresalían brazos adicionales, fusionados de otros cuerpos. Sus ojos no tenían pupilas, solo dos orbes oscuros que absorbían la luz.
Kai se detuvo en seco.
—Lía... esto es malo.
El Corrupto dejó escapar un rugido gutural y se lanzó sobre ellos.
Kai disparó sin dudarlo. Las flechas impactaron en su torso, pero no le hicieron nada.
—¡No funciona! —gritó Kai, esquivando un zarpazo brutal.
Lía levantó las manos. Su energía azul brilló con intensidad.
—Voy a intentarlo.
El Corrupto giró su cabeza deforme hacia ella. Sus ojos vacíos parecieron reaccionar ante la luz.
Saltó directamente hacia Lía.
Ella extendió sus manos y dejó que su energía explotara en una onda expansiva.
La luz azul golpeó de lleno al monstruo. Su piel comenzó a desintegrarse como ceniza.
El Corrupto aulló, sus extremidades temblando. Intentó moverse, pero la energía de Lía lo mantenía atrapado.
Kai vio su oportunidad.
Corrió hacia la criatura y disparó una última flecha directo en su ojo.
El Corrupto se tambaleó, dejó salir un gruñido final... y cayó, convirtiéndose en polvo.
El silencio llenó la estación.
Lía se desplomó de rodillas, jadeando, su visión borrosa.
Kai corrió hacia ella.
—Lía, ¿estás bien?
Ella levantó la vista, con gotas de sudor recorriendo su rostro.
—Sí... pero no sé cuánto más podré seguir haciéndolo.
Kai miró a su alrededor. Sabía que no podían quedarse allí.
A lo lejos, los infectados seguían viniendo.
—Vámonos —dijo, ayudándola a ponerse de pie.
Juntos, se dirigieron a la escalera de emergencia.
El verdadero infierno aún no había comenzado.