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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 5: capitulo - ecos de la oscuridad
Chapter 5 - capitulo 5 - ecos de la oscuridad
Kai y Lía emergieron del túnel del metro y fueron recibidos por la fría brisa nocturna. La ciudad en ruinas se extendía ante ellos, con edificios quebrados y calles invadidas por la naturaleza. Una luna opaca iluminaba el escenario con un brillo fantasmal, mientras el viento silbaba entre las estructuras abandonadas.
Kai ayudó a Lía a subir el último peldaño de la escalera de emergencia. Su respiración era irregular, y su herida en el costado seguía sangrando.
—Necesitamos encontrar un refugio —dijo Kai, barriendo la zona con la mirada.
Lía apenas asintió, sintiendo el pulso acelerado en su cabeza. El uso de su energía la estaba desgastando cada vez más rápido.
El sonido de gruñidos lejanos los puso en alerta.
—Vamos —susurró Kai, adelantándose por una calle llena de escombros.
Avanzaron entre los restos de automóviles calcinados, evitando hacer ruido. La ciudad, aunque desierta a simple vista, estaba plagada de peligros ocultos. Infectados errantes vagaban en grupos pequeños, sus movimientos torpes pero letales.
Después de varios minutos, encontraron un edificio parcialmente colapsado. Parecía una antigua biblioteca. Las ventanas estaban rotas, pero su estructura aún se mantenía en pie.
Kai se acercó con cautela y miró a Lía.
—Quédate aquí. Voy a revisar.
Ella asintió, apoyándose en la pared mientras Kai entraba con la ballesta lista.
El interior de la biblioteca estaba cubierto de polvo y libros dispersos por el suelo. El silencio era absoluto. Solo el crujido de sus botas rompía la quietud.
Se movió entre los estantes caídos, revisando cada rincón. No había señales de infectados.
—Está despejado —dijo, regresando por Lía.
Ella entró y se dejó caer contra una mesa polvorienta.
—Dame un segundo... necesito descansar.
Kai se arrodilló junto a ella y examinó su herida.
—La venda está empapada... Si no la tratamos pronto, se te va a infectar.
Lía cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso del agotamiento sobre ella.
—Sabes... antes de todo esto, solía venir a la biblioteca. No a esta, pero a una en mi distrito.
Kai se sorprendió un poco.
—¿Te gustaban los libros?
Lía soltó una leve risa.
—Me encantaban. La lectura era mi escape cuando la realidad era demasiado pesada.
Kai la observó en silencio.
—Supongo que ahora no hay mucho de dónde escapar.
Lía suspiró, mirando las estanterías derrumbadas.
—Tal vez la verdadera pesadilla comenzó antes del virus.
Kai no respondió. Él también tenía un pasado que lo atormentaba.
El sonido de un golpe seco los hizo tensarse de inmediato.
Kai giró la cabeza hacia la entrada. Algo estaba afuera.
Lía se enderezó como pudo, ignorando el dolor.
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—¿Son infectados?
Kai frunció el ceño.
—No lo sé...
Un nuevo sonido resonó. Un crujido, seguido de un murmullo casi imperceptible.
—¿Murmullos? —susurró Lía, confundida.
Kai se movió hacia una ventana rota y miró hacia afuera con cautela.
Lo que vio le heló la sangre.
No eran infectados.
Era un grupo de personas, encapuchadas y con ropas desgastadas. Pero sus ojos brillaban con un resplandor enfermizo.
—Lía... tenemos compañía.
Ella se acercó y miró por encima de su hombro.
—No parecen... normales.
Los desconocidos se movían de manera errática, algunos murmurando palabras sin sentido. Uno de ellos llevaba un colgante con un símbolo extraño.
—¿Crees que sean parte de un asentamiento? —preguntó Lía.
Kai negó.
—No. Esto es otra cosa.
El grupo se detuvo de repente. Uno de ellos, el más alto, levantó la cabeza lentamente... y miró directo hacia la ventana donde estaban.
—Nos vieron —murmuró Lía.
El hombre sonrió.
Kai sintió un escalofrío.
—Tenemos que movernos. Ahora.
Lía intentó ponerse de pie, pero su herida la traicionó.
Un grito agudo estalló en la noche.
Uno de los encapuchados se lanzó contra la biblioteca.
—¡Mierda! —Kai cargó su ballesta y disparó.
La flecha se clavó en su pecho, pero el hombre siguió avanzando.
—¡No son normales! —gritó Lía, forcejeando para levantarse.
Los demás comenzaron a correr hacia la entrada.
Kai tomó a Lía por la cintura y la ayudó a moverse.
—¡Arriba, ahora! —gritó, señalando una escalera que llevaba al segundo piso.
Lía subió como pudo, con Kai cubriéndola.
Los encapuchados entraron a la biblioteca, susurros incoherentes saliendo de sus labios.
Kai cerró la puerta del segundo piso y atrancó con una estantería caída.
—¿Quiénes demonios son estos tipos?
Lía estaba pálida.
—No lo sé, pero... sus ojos. Kai, sus ojos brillaban como los de los infectados.
Kai sintió un nudo en el estómago.
—¿Crees que estén...?
Lía tragó saliva.
—No lo sé. Pero no son humanos.
El sonido de golpes brutales contra la puerta los hizo dar un paso atrás.
—No tenemos salida —susurró Lía.
Kai miró a su alrededor, desesperado. Había una ventana rota al fondo.
—Por ahí.
Lía lo miró como si estuviera loco.
—Kai... estamos en el segundo piso.
—¿Prefieres quedarte aquí?
Lía apretó los dientes.
—Bien. Hagámoslo.
Kai la ayudó a subir a la ventana. Afuera, el callejón estaba oscuro, pero parecía despejado.
Los golpes en la puerta se hicieron más fuertes.
—¡Salta! —gritó Kai.
Lía tomó aire y saltó. El impacto la hizo rodar, pero logró mantenerse en pie.
Kai la siguió de inmediato, cayendo con un golpe seco.
Desde arriba, los encapuchados los miraban con ojos brillantes y sonrisas torcidas.
Uno de ellos levantó una mano.
—El Eclipse los ha reclamado.
Entonces, todos comenzaron a reír.
Kai tomó la mano de Lía.
—Tenemos que irnos.
Corrieron por el callejón, dejando atrás la risa escalofriante de aquellos extraños.
Pero en su mente, la frase seguía resonando.
"El Eclipse los ha reclamado."
Algo estaba acechando en las sombras... y ellos acababan de llamar su atención.