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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 9: Capítulo 3 – Los que Acechan en la Oscuridad
Chapter 9 - Capítulo 3 – Los que Acechan en la Oscuridad
La tensión en la muralla era sofocante.
Iván apretaba con fuerza su rifle, con los ojos fijos en la maleza oscura donde Roan había desaparecido. No quedaba ni rastro de él. Ni sangre, ni ropa desgarrada, ni señales de lucha. Era como si la noche lo hubiera devorado por completo.
—Mierda... —susurró Iván, tragando saliva.
Lía se acercó a Kai, su voz apenas un murmullo.
—No fueron infectados comunes. Ya los hemos visto atacar antes... no se mueven así.
Kai asintió lentamente.
—Esto es algo más.
De pronto, un sonido rasgó el silencio.
TAC. TAC. TAC.
Era un ruido rítmico, como si algo estuviera golpeando suavemente la madera de la muralla.
Iván giró bruscamente, apuntando su rifle.
—¡¿Quién está ahí?!
El sonido se detuvo.
Los segundos se hicieron eternos. Lía sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral.
Y entonces, algo cayó desde lo alto de la muralla.
THUD.
Era un cuerpo.
—¡Roan! —Kai corrió hacia él, pero se detuvo de golpe.
El cuerpo de Roan estaba retorcido en un ángulo imposible. Sus huesos estaban quebrados como si algo lo hubiera aplastado por dentro. Su rostro tenía una expresión de puro terror... y su boca estaba abierta en un grito que nunca llegó a salir.
Lía retrocedió.
—No...
Kai apretó los puños. Algo lo había matado. Algo rápido. Algo que no querían ver.
Iván maldijo y levantó su rifle.
—¡Nos vamos de aquí ahora mismo!
Pero antes de que pudieran moverse, el sonido volvió.
TAC. TAC. TAC.
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Esta vez, venía desde dentro del asentamiento.
Kai sintió un nudo en el estómago. No estaban solos.
Lía susurró, su voz temblando.
—Sea lo que sea... ya está aquí.
Horas después – La Reunión
Dante estaba furioso.
Golpeó la mesa con el puño, su rostro tenso de rabia e impotencia.
—¡Y no vieron nada!
Kai, Lía e Iván estaban en una cabaña junto con otros líderes del asentamiento. La muerte de Roan había sacudido a todos.
—Fue rápido —dijo Lía—. Lo arrastraron en segundos... y luego su cuerpo cayó desde lo alto de la muralla.
Dante exhaló con furia y miró a los demás.
—Esto no puede seguir así. Si no resolvemos esto, nadie estará a salvo.
Una mujer de cabello corto y cicatriz en el cuello, llamada Mara, cruzó los brazos.
—Si no son infectados, ¿qué demonios nos está cazando?
Silencio.
Kai apoyó los codos en la mesa.
—¿Hay historias sobre este tipo de desapariciones? Algo que haya pasado antes.
Dante y Mara intercambiaron miradas.
Finalmente, Dante habló.
—Hace cinco meses... un grupo de refugiados llegó aquí. Estaban aterrados. Decían que algo los seguía. Algo que solo cazaba de noche.
Lía se tensó.
—¿Qué les pasó?
Mara miró a Dante antes de responder.
—Desaparecieron. Todos.
El silencio pesó sobre la habitación.
Kai se puso de pie.
—Tenemos que averiguar qué está pasando. No podemos esperar a que desaparezca más gente.
Dante asintió lentamente.
—Bien. Mañana al amanecer, exploramos fuera del asentamiento. Averiguaremos qué mierda está cazándonos.
Lía respiró hondo. Sentía que algo iba mal.
Algo peor de lo que podían imaginar.