©Novel Buddy
El Laverinto Del Eclipse-Chapter 22: Capítulo 4 – El Amanecer de la Venganza
Chapter 22 - Capítulo 4 – El Amanecer de la Venganza
La primera luz del alba rompía la oscuridad del Último Bastión, tiñendo el horizonte de un gris melancólico. El ambiente estaba cargado de una tensión casi palpable, como si cada rayo de sol trajera consigo la promesa de nuevos desafíos. Tras la emotiva reunión de la noche anterior, Kai y Lía se encontraban junto a los demás supervivientes en la entrada principal del Bastión, listos para partir en la expedición hacia el laboratorio abandonado. Este era el momento decisivo: el destino de su mundo dependía de desentrañar los oscuros secretos del virus Eclipse.
El Capitán Roldán, con una mirada determinada y arrugada por la experiencia, se adelantó para dar las últimas instrucciones.
—La expedición partirá en cinco minutos —dijo en tono autoritario—. Recuerden, no estamos solos allá afuera. Los Heraldos y los Espectros merodean en cada sombra. Mantengan la formación y no se separen.
Mientras el grupo se organizaba, Kai se encontró de nuevo junto a Lía en un rincón apartado de la confusión matutina. La noche anterior aún estaba fresca en su memoria: las miradas silenciosas, el suave roce de sus manos, la promesa tácita que compartieron en medio del dolor. Sin embargo, la inminente partida les recordaba que no había tiempo para dulces distracciones.
—Lía, —dijo Kai en voz baja, mientras ajustaba su arma—, sé que lo que vivimos anoche fue... importante. Pero ahora, tenemos que concentrarnos.
Lía asintió, apretando ligeramente su mano contra la de él antes de soltarse para ponerse en formación.—Lo sé, Kai. Pero cada vez que te miro, me doy cuenta de que, a pesar de todo, no estoy sola. Eso me da fuerzas para seguir.
Kai esbozó una sonrisa fugaz, pero la seriedad de sus ojos hablaba de la lucha que se avecinaba. Los recuerdos de las pérdidas—de Gideon, Marcos y otros—pesaban sobre él, pero también fortalecían su determinación de no permitir que la oscuridad ganase.
Updat𝓮d from freewēbnoveℓ.com.
Con un grito de guerra, el grupo salió del Bastión y se internó en las calles desiertas de la ciudad en ruinas. El camino hacia el laboratorio era un viaje lleno de escombros y peligros: calles agrietadas, edificios derrumbados y una niebla persistente que parecía ocultar secretos oscuros. Mientras avanzaban, las voces de los supervivientes se mezclaban con el sonido distante de disparos y el murmullo de criaturas desconocidas.
Durante la marcha, la tensión era palpable.—Mantengan la formación —ordenaba el Capitán Roldán—. No se separen.Los miembros de la expedición avanzaban en silencio, cada paso era una lucha contra la desesperación. Kai, siempre vigilante, observaba los rincones oscuros; en cada sombra, temía ver la silueta de un Espectro o el rostro siniestro de un Heraldo.
Lía caminaba a su lado, ocasionalmente intercambiando breves palabras con algunos compañeros, pero siempre regresando a su lado. En un momento de respiro, mientras cruzaban una avenida destrozada, Kai susurró: —¿Recuerdas aquella noche, en la penumbra del Bastión?Lía, con la mirada fija en el camino, respondió en voz baja: —Cada segundo de esa noche me recuerda por qué debemos luchar. No se trata solo de sobrevivir, sino de encontrar la verdad y reconstruir lo que perdimos. Kai asintió, pero sus ojos se endurecieron al ver una sombra moverse rápidamente a lo lejos.—¡Alerta! —exclamó—.La expedición se detuvo de inmediato.Unos instantes después, del entrepiso de un edificio derrumbado, emergieron dos figuras encapuchadas. Eran Heraldos, los fanáticos que habían amenazado al Bastión. Sin perder tiempo, los guardias de la expedición comenzaron a abrir fuego, pero las figuras se movían con una agilidad inquietante, esquivando los disparos en una coreografía mortal.
En medio del caos, una explosión sacudió el entorno. Kai corrió hacia el lugar del estallido, donde vio a uno de los Heraldos arrodillado, con la máscara rota y la sangre corriendo por su rostro.—¡No me digas que...! —murmuró Kai, furioso y con la adrenalina a flor de piel.Lía, con su ballesta en mano, disparó varias flechas que derribaron a dos más, pero el grupo apenas podía controlar el avance de estos fanáticos. El Capitán Roldán gritó órdenes y ordenó una retirada táctica, reorganizando la formación para evitar ser rodeados.
Durante la retirada, en una calle lateral, Kai y Lía se separaron brevemente del grupo.—¿Estás bien? —preguntó Kai, ayudándola a levantarse tras esquivar un disparo furtivo.—Sí, pero... —dijo Lía, con voz temblorosa—, siento que algo me persigue desde hace minutos.Kai se quedó quieto y escuchó. En la penumbra, entre los escombros, se oía un leve murmullo, casi imperceptible, como si alguien estuviera susurrando.—No es uno de ellos —dijo él—. Es... diferente.Lía apretó la mano de Kai y juntos avanzaron, manteniendo la calma, pero con la mente alerta a cada sonido.
Más adelante, en una intersección bloqueada por vehículos abandonados, se encontraron con una figura solitaria. Era un hombre joven, con el rostro parcialmente cubierto por una bufanda, que se movía de manera errática.—¿Quién eres? —preguntó Kai, con tono firme.El hombre se detuvo y, con voz temblorosa, respondió: —Me llamo Esteban. He huido de la zona sur. Los Heraldos... ellos están más organizados de lo que imaginamos.Lía lo miró con cautela.—¿Y qué sabes de ellos?Esteban tragó saliva, sus ojos brillaban con un miedo contenido. —Dicen que los Heraldos creen en un "nuevo orden", que el virus Eclipse es la clave para forjar una humanidad superior. Algunas facciones ya han empezado a cazar a los que se oponen.Kai frunció el ceño.—Entonces estamos en la mira.Esteban asintió con desesperación. —Sí. Y si no encontramos respuestas pronto, seremos solo más víctimas en este ciclo.Lía, con una mirada decidida, agregó: —Tenemos que llegar al laboratorio a toda costa. Ahí, entre los escombros de la verdad, encontraremos una forma de detener todo esto.Kai asintió, sabiendo que la voz de Esteban, aunque temerosa, traía consigo la urgencia de la realidad.—Bien, Esteban. Únete a nosotros. Cada aliado cuenta en esta lucha.El joven aceptó y se integró al grupo, que reanudó su marcha hacia el laboratorio abandonado.
Mientras avanzaban por calles cada vez más desiertas, la tensión era casi insoportable. Las palabras de Esteban resonaban en la mente de Kai: la idea de un "nuevo orden" impulsado por la fe ciega en el virus les helaba la sangre.—No sé si alguna vez podremos recuperar lo perdido —murmuró Kai, mientras Lía le miraba con una mezcla de compasión y resolución—. Pero mientras luchemos, seguiremos dejando huellas en este mundo destrozado.Lía respondió, con voz suave: —Cada paso que damos es una promesa, Kai. Una promesa de que no dejaremos que el Eclipse decida nuestro destino.En ese breve intercambio, se percibía la fuerza sutil de su unión, un lazo forjado en la adversidad, sin grandes declaraciones, pero con la convicción de seguir adelante a pesar de todo.
Al llegar a la entrada del laboratorio, el grupo se detuvo. El edificio, medio derrumbado, mostraba signos de haber sido testigo de experimentos y desesperación. Grandes puertas metálicas, parcialmente oxidadas, se alzaban en la penumbra, y detrás de ellas se escondían secretos que podían cambiar el curso de la guerra contra el Eclipse.
—Este es el umbral —dijo Roldán, con voz grave—. Una vez que crucemos esta puerta, no hay vuelta atrás.Los miembros del grupo asintieron en silencio.Kai miró a Lía, y en sus ojos vio la determinación mezclada con el pesar de lo que habían vivido.—Vamos —dijo él, apretando la mano de Lía, un gesto silencioso de compromiso.
Con cautela, empujaron la puerta y entraron en el laboratorio. El interior era un caos de tecnología rota, papeles esparcidos y sombras danzantes. Las luces parpadeaban, proyectando destellos de un pasado olvidado.Lía se adelantó, pasando sus dedos por una superficie cubierta de fórmulas y diagramas.—Aquí se hablaba de "la marca" —murmuró, sin apartar la vista del documento—. Una señal que determinaba quién estaba destinado a convertirse en algo nuevo, y quién quedaría marcado para siempre.Kai se acercó, observando con atención.—¿Crees que... eso sea lo que nos está pasando a nosotros?Lía negó con la cabeza lentamente.—No lo sé, pero lo que sí sé es que la verdad está aquí, oculta entre estas ruinas.El grupo se dispersó para buscar más pistas. La tensión era alta, y cada sonido, cada crujido del edificio, parecía anunciar el inminente peligro.
En un pasillo lateral, Esteban encontró una sala de control. Las pantallas rotas mostraban imágenes difusas de experimentos y sujetos en contenedores, algunos marcados con un símbolo en forma de media luna.—Aquí hay registros del Proyecto Génesis —anunció en voz baja, mientras Kai y Lía se acercaban.Lía examinó los datos, sus ojos recorriendo las fórmulas y fechas.—Parece que se intentó "mejorar" a ciertos sujetos... forzándolos a adaptarse al virus. Algunos se convirtieron en armas vivientes, otros desaparecieron sin dejar rastro.Kai apretó los puños, recordando las pérdidas sufridas.—Si logramos entender esto, quizá podamos detenerlo.De repente, una alarma comenzó a sonar en toda la sala, haciendo que todos se miraran con preocupación.—¡Tenemos compañía! —gritó Roldán, y el estruendo de pasos acelerados se hizo sentir nuevamente.
La expedición se dispersó en pánico.—¡Corran! —ordenó Roldán—. ¡Aléjense de aquí!En medio del caos, Kai y Lía se tomaron de las manos.—No te soltaré —dijo Kai, con voz firme a pesar de la desesperación.Lía asintió, y juntos se adentraron en la oscuridad del laboratorio, dejando atrás el estruendo y la confusión.El sonido de disparos y gritos se mezclaba con el zumbido de la maquinaria rota. Cada paso era una lucha contra el miedo.Pero en medio de esa tormenta, la voz de Lía se alzó, suave y serena:—Kai, pase lo que pase, seguimos juntos.Él la miró con una mezcla de determinación y ternura contenida.—Siempre, Lía.Las palabras se perdían en el eco de la destrucción, pero en sus miradas se encontraba la promesa de un mañana.El laboratorio, con sus secretos oscuros y registros olvidados, era la clave para detener la evolución del virus. Y aunque la batalla era solo el comienzo, la esperanza se aferraba a cada uno de ellos, alimentada por la silenciosa fuerza de la unión que compartían.
Con el amanecer asomándose entre las grietas del edificio, Kai, Lía, Roldán y los demás se preparaban para salir de ese lugar maldito, llevando consigo la verdad y el dolor de la traición, pero también la determinación de forjar un futuro en medio del Eclipse.—No podemos permitir que el miedo nos paralice —dijo Kai en voz baja, mientras miraba a Lía, cuyos ojos reflejaban la lucha de la vida en cada destello.—Ni que nos divida —respondió ella—.Y así, con el corazón lleno de cicatrices y la mente decidida a luchar, avanzaron hacia el siguiente capítulo de su oscura odisea, sabiendo que la batalla contra el Eclipse aún estaba lejos de terminar.