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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 23: Capítulo 5 – Voces entre la Oscuridad
Chapter 23 - Capítulo 5 – Voces entre la Oscuridad
El crepúsculo había caído de lleno sobre el Último Bastión, y el ambiente en el interior del laboratorio abandonado se volvió aún más opresivo. Con las últimas tensiones del ataque aún vibrando en el aire, Kai, Lía, Roldán, Marcos y otros miembros del grupo se reunieron en una sala improvisada, donde las paredes desconchadas y los restos de equipos rotos servían de único testigo de sus miedos y esperanzas.
La luz de una lámpara parpadeante apenas iluminaba el rostro de cada uno. El ambiente estaba cargado, y todos sabían que lo que estaban a punto de discutir podría definir el futuro de la expedición y, quizás, el destino del Bastión.
—Necesitamos entender exactamente qué está haciendo el virus en este laboratorio —dijo Roldán, con voz firme, mientras desplegaba unos papeles arrugados sobre una mesa de metal oxidado—. Los registros indican experimentos que ni siquiera habíamos imaginado.
Marcos, aún con la mirada perdida por el dolor reciente, intervino: —He oído que el virus no solo transforma a los infectados, sino que marca a ciertos sujetos. ¿Creen que esa "marca" pueda ser la clave para entender cómo detener el Eclipse?
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Lía, mirando los documentos con detenimiento, asintió lentamente: —Sí, aquí se menciona "la marca" varias veces. Dice que se manifiesta en la piel de quienes son seleccionados para evolucionar hacia la "nueva humanidad".(Se detuvo y miró a Kai con voz baja:)—Kai, ¿alguna vez has notado algo en ti? Una especie de señal, algo que te distinga...
Kai se quedó en silencio por un instante, como sopesando la pregunta. Luego respondió con tono reflexivo: —No he visto nada fuera de lo normal, pero he sentido... un cosquilleo, una especie de inquietud en mi piel, especialmente cuando la niebla se vuelve espesa. Quizás es solo el cansancio o el miedo, pero ahora, al escucharte, me pregunto si también estoy marcado de alguna manera.
Roldán frunció el ceño mientras observaba a ambos. —Si es cierto, esa marca podría ser tanto una bendición como una maldición. Podría darnos el poder de enfrentar al virus, o al contrario, hacernos más vulnerables a su control.
Un silencio tenso se instaló en la sala. Marcos, que había estado callado, finalmente se animó a hablar con voz entrecortada: —Yo... yo solía pensar que el virus era solo una maldición. Pero después de ver lo que hace en el campo de batalla, de sentir el frío de la muerte de mis compañeros, empiezo a creer que hay algo más. Algo que conecta a ciertos infectados, que les da una especie de "inteligencia" o, peor aún, conciencia. ¿Qué clase de monstruo puede tener esa fuerza?
Lía respondió sin vacilar: —Esa es la parte que me aterra. No se trata solo de destruir, sino de controlar, de reconfigurar la esencia misma de lo humano. Si entendemos la marca, tal vez podamos evitar que más personas sean convertidas en armas vivientes contra nosotros.
Kai miró a Lía con seriedad. —Lo que temo es que, si la verdad sale a la luz, podría significar que estamos destinados a ser parte de esa "nueva humanidad" sin opción de escapar. Y si eso sucede, ¿qué nos queda? ¿Quiénes seremos?
Roldán intervino con tono severo: —La única forma de saberlo es investigar. Mañana, partiremos en una segunda expedición hacia los niveles más profundos de este laboratorio. Buscaremos más registros, analizaremos muestras y trataremos de encontrar alguna pista sobre cómo detener este proceso antes de que sea irreversible.
Una mujer, que había permanecido en silencio, levantó la voz. Su nombre era Ana, una experta en biología que se había unido al Bastión desde hacía meses. —No podemos esperar a que el virus evolucione por sí solo. Necesitamos tomar la iniciativa y actuar, incluso si eso significa arriesgar nuestras vidas. La marca podría ser la clave para desarrollar una cura o al menos para entender cómo revertir el proceso.
Kai asintió, y en ese momento, Lía tomó su mano suavemente: —Kai, pase lo que pase, estamos juntos en esto. No importa cuán oscura sea la noche o lo incierto que se vea el futuro, encontraremos la manera de luchar.Kai apretó la mano de Lía, sus ojos reflejando una determinación tranquila: —Lo prometo. Si alguna vez siento que la oscuridad me consume, solo tengo que recordarte que no estoy solo.
Las palabras flotaban en el aire, llenas de un consuelo sutil y sincero. No había promesas grandilocuentes, solo la certeza de que en medio de la tormenta, la conexión entre ellos era una pequeña luz en la oscuridad.
—Maestro, ¿tienes alguna idea de cómo podría lucir esa marca? —preguntó Ana, mientras mostraba una imagen de un antiguo experimento en el que se veía una especie de tatuaje en el brazo de un sujeto. —Se dice que la marca se manifiesta como un patrón geométrico, casi como una red, que se activa en momentos de alto estrés o cuando el virus intenta integrarse al sistema nervioso —respondió Marcos, recordando fragmentos de informes que había leído. —Entonces, si logramos detectar ese patrón en nosotros o en otros, podríamos identificar a los "elegidos" —dijo Lía, con voz meditativa. —O a los condenados —añadió Kai, mirando sus propios brazos con una mezcla de inquietud y resignación.
La conversación se profundizó en un intercambio sincero sobre la naturaleza del virus, la desesperanza y la posibilidad de redención. La sala se llenó de un murmullo de ideas y teorías, mientras cada uno aportaba su perspectiva. Los debates eran intensos pero estaban cargados de una urgencia que solo la supervivencia en un mundo roto podía inspirar.
—Si la marca es la llave para la "nueva humanidad", debemos asegurarnos de que no se use contra nosotros —sentenció Roldán, mirando a todos con severidad—.—Debemos encontrar una forma de neutralizarla o, al menos, de entenderla —afirmó Ana—.—Lo que temo es que, en la lucha por sobrevivir, podríamos perder lo que nos hace humanos —dijo Kai, con voz grave, haciendo una pausa para mirarla a Lía. —La humanidad no se mide solo por lo que somos, sino por lo que elegimos ser cuando todo se derrumba —respondió Lía con calma, sin levantar la mirada de los documentos que tenía enfrente.
La discusión se prolongó hasta que el ambiente se volvió tenso y agotador. Finalmente, Roldán intervino: —Ya es suficiente. Mañana, a primera luz, partiremos hacia el laboratorio subterráneo. Esta noche, descansaremos y nos prepararemos. No olviden: cada palabra, cada gesto, cada idea cuenta. La verdad que buscamos es la única arma que tenemos contra este Eclipse.
Mientras la reunión se disolvía, Kai y Lía se quedaron solos en un pequeño pasillo. El silencio era reconfortante en medio de tanta confusión.
—Kai —dijo Lía en un susurro, apoyándose contra la pared—, a veces siento que todo este caos es demasiado para nosotros.—Lo sé, Lía —respondió Kai, acercándose—. Pero mientras tengamos estas conversaciones, mientras podamos compartir nuestras dudas y esperanzas, no estaremos solos en este infierno.—Tu voz, tus palabras... me dan fuerza, incluso cuando siento que el peso del mundo es insuperable —dijo ella, con sinceridad, dejando entrever la vulnerabilidad detrás de su fortaleza.—Y tú, Lía, me recuerdas que siempre hay algo por lo que luchar, incluso cuando la oscuridad parece eterna —contestó él, con una mirada profunda.—Entonces, mañana, cuando partamos, no solo lucharemos contra el virus y sus monstruos. Lucharemos por nosotros, por lo que queda de nuestra humanidad —añadió ella.
Con esas palabras, se despidieron en silencio, sabiendo que la noche les daría un breve descanso antes de la tormenta del amanecer. La expedición estaba programada para partir al alba, y cada uno se retiró a sus rincones, con la determinación y la incertidumbre mezcladas en su mente.
Mientras la última luz del día se desvanecía, el grupo se dispersó. En el silencio de la noche, las voces aún resonaban, no solo como discusiones de estrategia, sino como una promesa sutil de unión y resistencia. Kai se quedó mirando el techo, meditando sobre las palabras de Lía, sabiendo que, en ese cruce de caminos, su relación era su mayor fortaleza y su ancla en un mundo que se desmoronaba.
El capítulo cerró con la imagen de Kai y Lía, separados momentáneamente por el tumulto, pero unidos en pensamiento. La expedición al laboratorio se avecinaba, cargada de peligros y revelaciones. Y aunque las sombras del Eclipse amenazaban con consumirlos, sus voces —sus palabras y silencios— eran la única chispa que les recordaba que aún podían soñar con un nuevo amanecer.